Experiencias de Voluntariado


Con este apartado de narraciones intentamos sacar a flote sentimientos retenidos y vivencias vividas a lo largo de la trayectoria del voluntariado. 

 

 

 

  

El olor de ser Voluntaria

Por favor, quien lea esta targeta (en la foto) que la huela primero: ¿A QUÉ HUELE? Se preguntarán:

 

Huele a felicidad, a solidaridad, a belleza, a inocencia, a grandeza, a plenitud, a experiencia, a familia, a amigos, a hermanos, a crecimiento, a risas, a lágrimas (porqué no decirlo), a ratos inolvidables, a descanso, a paz, a niños, a padres, huele a todo lo que sois vosotros, lo que vosotros me dais, huele a lo que me llevo en el corazón, y aunque no se pueda oler, a mi me huele a GLORIA.

 

A COSAS INEXPLICABLES Y SOBRETODO HUELE A QUE QUIERO ESTAR CON VOSOTROS PARA SIEMPRE, COMO VOSOTROS LO ESTÁIS PARA MI:

 

Para siempre, por favor, Esther

Un viajero en Apemsi

Una vez un viajero llegó a un pueblo. Lo primero que observó fue el cementerio el cual era precioso y lucía un aspecto muy muy cuidado, cruzó la puerta y comenzó a observar las lápidas. Pero de repente comenzaron a desprenderse unas lágrimas de sus ojos. Pues en las inscripciones se podía leer, José Fernández murió a los 14 años, 2 meses y 3 días...y así todas las demás.

Su consternación iba creciendo cuantas más lápidas iba leyendo, hasta el punto que se sentó y comenzó a llorar por pensar que terrible maldición sufrían aquellas gentes. Y en este tiempo se le acercó el sepulturero y le preguntó porque lloraba y él le preguntó, que qué terrible mal sufrían aquellas gentes.

A lo que el sepulturero le explicó: "en este pueblo cuando la gente nace se les entrega una libreta, en la cual ellos iban apuntando el cumpleaños de esa persona (un día), el nacimiento de un hijo otro día y así con todos los días que habían sido felices, y al final los sumaban.

Así que lo que una persona anciana había vivido a lo largo de su vida eran los 13 años, 2 meses y 2 días que habían sido felices.

 

Hoy yo puedo apuntar 5 días maravillosos y felices en mi propia libreta. Gracias a tod@s.

Vuestro voluntario

La aventura de ser voluntaria

Dicen por ahí que los amigos son la familia que se elige...

En este mundo de locos en el que vivimos, todos queremos tener el mejor coche, la mejor moto, unos estudios superiores, un trabajo excepcional... para llegar a ser los mejores. Para esto la mayor parte del tiempo, nos la pasamos de un lado a otro haciendo lo imposible por conseguirlo, tanto es así que algunas veces uno necesita salirse de la rutina, hacer una parada, bajarse de este mundo de locos y mirar otras realidades paralelas. Fue así como me animé a hacer algo diferente por los demás, aunque no sabía muy bien que.

A través de una amiga conocí la asociación (APEMSI), y me pareció una muy buena oportunidad empezar a colaborar de algún modo con ella. Pronto llegaron los primeros encuentros, en los que conocí la asociación, parte de sus miembros, su funcionamiento, la historia y donde me emocione al escuchar el largo recorrido para conseguir llegar hasta allí.

Pasadas unas semanas empezaron las primeras reuniones para planificar las vacaciones, donde tendríamos un trato directo con todos los miembros de esta asociación. Todos opinábamos, dábamos ideas sobre juegos, actividades y algunos voluntarios veteranos contaban anécdotas, y aconsejaban sobre la reacción adecuada ante una crisis de epilepsia, en el caso que fuera necesario. Tenía una mezcla de sensaciones, alegría, nervios, dudas de si sería capaz de afrontarlo, y la preocupación por no saber si lo haría bien.

Por fin llegó el día esperado, todo estaba preparado, las maletas, el coche... y esos nervios seguían ahí. Conocimos a los primeros padres por el camino, y al primer niño también, los nervios se iban calmando. Llegamos a la residencia, donde ya había algunas familias esperando, había mucho alboroto, se saludaban con alegría, hablaban, reían y entre tanto, algunos nos presentábamos como los nuevos voluntarios, no hizo falta mucho tiempo para sentirse parte del grupo, parte de ellos...

Esa misma tarde los voluntarios nos reunimos con todos los niños, estábamos en una sala amplia con pelotas, globos y mucha ilusión, pero los nervios seguían. Poco a poco íbamos integrándonos unos con otros, conociéndonos, unos jugaban a fútbol, otros cantaban, otros pasaban cromos nombrando sus jugadores de fútbol favoritos, y algunos simplemente sonreían con solo una caricia, los nervios ya se fueron. Por el día, voluntarios y niños disfrutábamos de estar juntos, mas tarde se unían también los padres aportando su granito de arena y entre chistes, risas, bailes y disfraces pasamos las noches...

Es entonces cuando miré a mi alrededor y me dí cuenta, que me equivocaba al pensar que participando como voluntaria iba a hacer algo por los demás, o a enseñar algo, en ese momento era yo la que estaba aprendiendo a que detrás de cada reunión, de cada padre, de cada mirada, de cada sonrisa hay personas únicas y excepcionales que trasmiten alegría, dulzura y fortaleza, para afrontar lo mejor posible las dificultades a las que se enfrentan en su día a día.

En cada conversación, en cada momento juntos me han enseñado, a valorar las cosas verdaderamente importantes, a luchar contra viento y marea por alguien que se quiere, y a no dar importancia al "¿y que me pongo yo esta noche?" Porque como dice el principito en su cuento "lo esencial es invisible a los ojos" y ¡que razón tiene ese pequeño príncipe! Estos niños nos dan su alegría, su ilusión, su cariño, algo que además de invisible a los ojos, es lo esencial para seguir esperando ilusionados el próximo encuentro, actividad, jornada, vacaciones como excusa para volver otra vez a estar juntos, porque sus ganas de vivir son nuestra ilusión...

...y esta es la familia que nosotros hemos elegido.

Inma Hervas Vílchez 

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